El fin de semana pasado nos juntamos un grupo numero de amigos para ir a Chueca. Acabamos en una de esas discotecas donde se está mejor en la plaza con los que fuman que dentro.
A nuestro grupo se habían unido unas cuantas personas que habíamos conocido esa misma noche. Como si de un juego se tratase se me ocurrió decir “yo quiero ser…” y mirar inquisitivamente a uno del grupo. Y así todos dijeron lo que querían ser:
- Yo quiero ser el escritor de una saga como Harry Potter y que la gente sea feliz leyendo mis libros
- Yo quiero ser cantante maldito de rock y que mis canciones se conviertan en himnos
- Yo quiero ser guionista y hacer algo como The Wire en España
- Yo quiero ser alcalde de Madrid y arreglar esta maldita ciudad
- Yo quiero ser dibujante de comics y que la gente aguarde todos los meses para leer el último número
- Yo quiero ser director de cine y que mis películas signifiquen lo que significaron las de Almodóvar en la movida
- Yo quiero ser actor y conseguir que le gente llore en el teatro
- Yo quiero ser programador de videojuegos y hacer el videojuego que más cariño le tenga la gente
Nadie dijo que quería ser rico. Ni guapo. Ni famoso. Entonces me desperté. Y tenía resaca.