Desde que el hombre es hombre el hecho de “conquistar” a otra persona siempre se ha considerado un triunfo personal. No solo por el placer inmediato que proporciona el follar (o yuntar, usando un lenguaje más bíblico) sino por el prestigio social que eso conlleva. La sabiduría popular lo recoge en aquel dicho de “lo mejor de tirarte a un famoso es contarlo, porque tirartelo lo haces una vez pero contarlo lo haces mil”.
Muchos, para alimentar su ego, tienen que dejar constancia de la lista de sus conquistas. Este listado se conoce con diversos nombres: follodiario, lista de amantes, la lista de XXX (donde XXX es el nombre del picha brava), cuaderno rosa, putilista, etc… La forma de esta lista también es variada: una simple hoja escondida en un libro, un cuaderno de Doraemon de los tiempos de la primera mamada, una moleskine para las más modernas, una hoja Excel protegida con contraseña para los más geeks, etc…
Los campos más habituales de estas listas suelen ser:
- Nombre (a veces sustituido por “X” cuando ni el nombre se sabe)
- Fecha
- Edad (se supone que la del muchacho, porque la propia mirando la fecha y con una simple cuenta debería salir)
- Rol (este es un campo complementario, ya que se puede poner el rol de la conquista o el propio en dicho encuentro)
- Estudios/Profesión
- ¿Dónde lo conociste? (en los baños del Long Play, en clase, en un cuarto oscuro, por el Bender, etc…)
- ¿Dónde follasteis? (en su casa, en su trastero, en un seat panda rojo, etc…)
- Valoración (aquí los más artistas dibujan caritas, estrellitas y similares y los más de ciencias ponen puntuación numérica. Con decimales)
- Repeticiones (algunos marcan con palitos las veces que han ido repitiendo)
Además de satisfacer la vanidad, estas listas tienen una utilidad enorme cuando la memoria empieza a fallar (bien por la edad o bien por la cantidad) para recordar momentos o responder a preguntas como “¿Cuándo me tiré yo a aquel muchacho de la polla gigante?”, “¿Dónde conocí yo a aquella mala pasiva?”, “¿A cuántos peluqueros me he tirado?”. También sirven para constatar hechos como: “Anda, hasta el 2003 yo era pasivo”, “Claramente mi mejor nicho de mercado son los arquitectos”, “En la temporada 2007/2008 me dio por los maduritos”.
En estos tiempos en los que la gente se olvida de escribir con bolígrafo las listas de conquistas corren el riesgo de desaparecer a manos de aplicaciones para el móvil que además de llevar la cuenta dibujen bonitas gráficas. Si aún no existen algún desalmado se encargará de programarlas.
Como despedida, la lista de conquistas más maravillosa que se ha escrito jamás, la de Don Giovanni, escrita por el abate da Ponte y con música del genial Mozart: el aria del catálogo:
Señora mía, éste es el catálogo
de las bellas que amó mi señor;
es un catálogo hecho por mí.
Observad, leed conmigo.
En Italia, seiscientas cuarenta,
en Alemania, doscientas treinta y una,
cien en Francia,
en Turquía noventa y una.
¡Pero en España ya van mil tres!
Hay entre ellas campesinas,
camareras, burguesas,
hay condesas, baronesas,
marquesas, princesas,
hay mujeres de todos los rangos,
de todos los tipos, de todas las edades.
De la rubia suele alabar
la gentileza;
de la morena, la constancia;
de la canosa, la dulzura.
En invierno prefiere la llenita;
en verano, la delgadita.
La alta es majestuosa;
la pequeña es siempre encantadora.
A las viejas las conquista
por el placer de ponerlas en la lista.
Su pasión predominante
es la joven principiante.
Le da igual que sea rica,
que sea fea, que sea hermosa;
con tal de que lleve faldas,
¡vos ya sabéis lo que hace!