Los insultos en el sexo son un tema curioso. Hay personas a las que les pone insultar y otras a las que les pone ser insultadas. Esto, en general, suele ir asociado a los roles de dominantes y de sumisos respectivamente. Sin embargo no a todos los dominantes les guste insultar ni a todos los sumisos ser insultados.
Cuando se junta alguien al que le gusta insultar con alguien al que le gusta ser insultado todo funciona maravillosamente: aquello se convierte en una orgía de insultos y todos felices. ¿Pero y si a uno de los dos no le va ese rollo? Dependiendo del grado de sacrificio de cada uno algunos aceptarán insultar con desgana para hacer a su pareja feliz igual que otros aceptarán resignados los insultos.
¿Cómo se empieza? ¿Cómo saber que a alguien le gusta o no insultar o ser insultado? Nadie lleva en la frente un cartel que diga “me gusta que me llamen zorra” ni “si te llamo puta me pongo más”. Pues como casi todo lo que se tiene que descubrir en el sexo: por tanteo y esperando reacciones. Uno podría pensar que como el insulto es un acto de comunicación unidireccional donde el emisor es el insultador y el receptor el insultado toda la responsabilidad está en el lado del insultador y debe ser él el que inicie el tanteo con insultos lights y esperar la reacción del insultado. Pero los insultados también tienen sus armas: pueden lanzar señales más o menos indirectas como el famoso “¿quieres que sea tu putita?” o directamente pedir el insulto: “llámame zorra“.
En general los insultos preferidos en estos menesteres son aquellos que denigran a la persona en el propio plano sexual. Los genéricos “hijoputa“, “cabrón“, “gilipollas” tienen poco gancho y son preferidas cosas como “zorra“, “puta“, “guarra“, “nenaza“. Para aquellos integristas de género a los que les gusta que le insulten pero solo en masculino (porque ellos son muy machos) las opciones quedan más limitadas. “Zorro“, “puto” y “guarro” tienen muy poco gancho y algunas de las alternativas son “niñato“, “mariconazo“, o “comepollas” (que es neutro y vale para todo).
Una vez rota la regla de no hablar durante el sexo los insultos pueden pasar de simples palabras a frases más elaboradas que andan entre el insulto y demostración de la sumisión. Así, por ejemplo, tenemos:
- Preguntas retóricas: “¿Te gusta que te reviente el culito, eh niñato de mierda?“, “¿quieres más, zorra?“
- Órdenes innecesarias: “Traga, puta“
- Preguntas logísticas: “¿Quieres que llene tu boquita de guarra con mi lefa caliente?“
- Alusiones a los cuernos: “Esto no te lo hace tu novio, ¿verdad?“
- Piropos: “Me encanta ese culo de puta que tienes“, “sigue, eres el mejor comepollas que he visto en mi vida“
- Afirmaciones posesivas: “eres muy puta pero este culo es mío“
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No duden en dejar en los comentarios sus insultos preferidos o más odiados así como sus experiencias divertidas y curiosas.