En estos días de crisis e indignación oímos una y otra vez que los políticos son todos unos chorizos y que tienen la culpa de todo. Así, generalizando.
Sin embargo, y sin especial ánimo de defender a los políticos (que los hay muy buenos y muy honrados) me jode especialmente cuando esas acusaciones las lanzan personas que no pueden presumir de ser honradas, sino que también son unos chorrizos. De esos que gritan que los políticos son unos chorizos más de la mitad:
- defrauda a hacienda todo lo que puede
- cobran el paro mientras trabajan en negro
- no hacen ni el amago de buscar trabajo hasta que se les “acabe” el paro
- contratan a la asistenta en negro
- ponen sus pertenencias a nombre de los hijos para evitar pagar impuestos
- hacen contratos por obra que no son para ninguna obra, sino falsos contratos fijos
- …
A todas esas personas me gustaría decirles que, normalmente tenemos los políticos que nos merecemos, y que, cuando ellos dejaran de ser unos chorizos, quizá no haya ningún político chorizo.
Qué gran verdad… Qué tiempos aquellos en los que pedías las becas y al vecino de tu izquierda no se la daban por “ocultación de bienes catastrales”, mientras que al de la derecha, se la daban por declarar lo mínimo a Hacienda, porque su padre era una “honradísimo” autónomo…
Así es, nuestros políticos son en gran medida un fiel reflejo de la sociedad a la que representan. Sin embargo tienen su propio mecanismo de autosugestión para que lo que ellos defraudan sea visto como algo “no malo”; eso de la viga en el ojo propio y la paja en el ajeno 🙂