El concierto y la deuda

Para contar lo que pasó ayer hay que remontarse, como mínimo, 2 años atrás. Por aquel entonces mi amigo P. no vivía aún en Madrid  le habían tocado un par de entradas para un concierto privado de un grupo de moda. Como venir a Madrid solo para el concierto era excesivo me regaló las entradas para que yo fuera con quien quisiera. Aquí aparecé mi amigo M., porque como buena moderna le encantaba aquel grupo.

M. y yo fuimos al concierto en cuestión, pero a aquello no se le podía llamar concierto. Aquello no era una sala de conciertos ni había público. Era un chalet de esos que existen por algunas zonas del centro de Madrid y lo que había allí era un grupo amigos íntimos del grupo. Nosotros éramos los chicos raros que habíamos ganado nosequé concurso. Tocaron en el jardín, junto a la piscina. Nosotros estábamos sentados en las escaleras que daban acceso a la vivienda. Era una maravillosa noche de principios de verano, un grupo genial, mucha cerveza fresquita y un ambiente super íntimo. Realmente fue increíble. Presentaron las canciones de su futuro disco antes fieles amigos y tocaron algunos de sus grandes éxitos. Pero lo mejor de todo fue la after party que se montó. Enseguida nos hicimos amigos de todos los que andaban por allí. Acabamos borrachísimos a las tantas de la mañana y, este es un detalle importante, mi amigo M. se la comió a un actorcillo medio famoso que andaba por allí.

Desde aquello repetí varias veces, medio de coña, que M. le debía una mamada a P. por haberle conseguido la invitación a una noche tan genial. Se lo decía a M. y a P. y a ambos les parecía divertida la idea. Pasó el tiempo y P. se vino a vivir a Madrid, pero nunca llegó a conocer a M. P. tuvo sus novios y M. los suyos, pero hace poco coincidió que ambos lo acaban de dejar y andaban solteros. Volví a repetir mi gracia hasta que a mitad de esta semana parecía que la cosa iba en serio: “os invito a mi casa a un café y le haces a P. la mamada que le debes”. Así fue como ayer por la tarde vinieron los dos a mi casa.

Llegaron casi a la vez y estaba claro lo que iba a pasar. Lo que no estaba tan claro es como iba a pasar. ¿Se irían a mi dormitorio a hacerlo en la intimidad? ¿O se pondría M. a chupársela a P. directamente en mi sofá conmigo delante? Yo expresé mi preferencia: nunca en mi vida había presenciado una escena de sexo en vivo sin haber participado en ella. Era, más que morbo, curiosidad ante situaciones desconocidas. A los dos les pareció bien, no sé si por el morbo o también por la curiosidad. Además no había lugar a la vergüenza porque todos nos habíamos vistos desnudos por separado. Y así, con las primeras canciones del Pet Sounds de los Beach Boys sonando, M. empezó a comérsela a P. en el sofá mientras yo miraba y fumaba un cigarro. La situación tenía su morbo y  a mi enseguida se me puso dura. La cara de placer de P. mientras se la comían, con los ojos cerrados. Cómo se lo curraba M. Los gemidos de placer de P. que se podían oír entre los silencios de las canciones de los Beach Boys. A mi por encima de todo me parecía que P. estaba guapísimo con su barbita y una boca que dejaba ver un placer inmenso. Y aunque la cosa estaba siendo morbosa, se empezó a poner un poco aburrida. Estaba siendo una mamada muy larga sin apenas ninguna variación. Ya íbamos por la segunda tanda de canciones repetidas (mi edición del Pet Sounds incluye primero las 13 canciones originales en su versión mono y luego las mismas 13 canciones en la remasterización en stereo). La mezcla del aburrimiento y lo que me estaba encantando la cara de P. me llevaron a acercarme un poco y empezar a acariciarle el pelo y el cuello a P, que se que me encanta. En seguida vi como P. me acercaba aún más y empezábamos a comernos la boca mientras M. se la seguía comiendo. Ahora P. gemía mucho más. Pronto puso su mano en mi paquete y empezó a sobármela. Me desabrochó los pantalones para agarrarme la polla y pajearme y al rato estaba ya comiéndomela. Ahora era yo el que gemía de placer. Y así mientras M. se la comía a P., P. me la comía a mí y yo acariciaba a P. aquello se había convertido es una especie de trío.

Realmente yo no valgo para voyeur. Al final fui el único que se corrió de los tres. Empiezo a pensar que soy un fresco.

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