Cuando todo está muy mal y la cosa solo puede ir a peor la gente tiende a aceptarlo con resignación aferrándose a esas cosas que uno cree que no le pueden quitar. Una de esas cosas es el sexo, lo que viene siendo follar: por mucho que te quedes sin trabajo, por mucho que te retiren la beca o te quiten el paro puedes seguir follando. O no. Porque la cosa para algunos se ha puesto realmente difícil. La subida de los precios del transporte o el IVA de los condones hacen que, por ejemplo, en Madrid el precio mínimo de un polvo ronde los 3-4 euros si incluye desplazamiento. Y ojo, no hablamos de chaperos sino de polvos amistosos y amorosos. Eso sin tener en cuenta esas parejas que consideran que eso de follar por follar está feo y necesitan un cine (con IVA al 21%) o una cenita como excusa.
Otro factor que agrava esta situación es dónde follar. Con la crisis la emancipación de los jóvenes (y no tan jóvenes) se ha puesto prohibitiva, y el primer recurso para aquellos que vivían con sus padres, el coche, también. A esto le sumamos uno de los dos progenitores en paro quedándose como eterno guardián de la casa y llegamos al nuevo drama postjuvenil: no tener sitio.
Un pequeño inciso en nuestro análisis para revisar esta expresión tan marica de “tener sitio“. Es marica porque cuando los heteros se plantean aquello de follar ya saben perfectamente si la otra persona tiene sitio o no porque han compartido un mínimo de tres citas y se han contado la vida y milagros y hasta la boda de su hermana. Jamás se escuchará a un hetero decir eso tan romántico de “¿tienes sitio?” a no ser que buscando una polla que comer.
Dicen que el hambre agudiza el ingenio y quizá por eso los maricas afectados por este drama de no tener sitio donde consumar su amor eterno o pasajero han ido encontrando lugares alternativos. Algunos de los más destacados nuevos nidos de amor son:
- El trastero: un clásico entre los de familias acomodadas que disponen de este cuarto desastre en el garaje en la finca familiar. Esos mismos que antaño follaban llenando la casa de velitas son los que ahora acondicionan trasteros con pequeños reproductores de música y luces indirectas.
- La azotea: solo recomendable para aquellos que la tengan más grande que la media… la altura de la azotea, claro. Tiene el inconveniente de que solo se puede utilizar en verano pero la ventaja del punto exótico de ser al aire libre. El postpolvo tumbados sobre el incómodo suelo mirando las estrellas es lo más parecido a follar en la playa que se puede hacer en una ciudad.
- Las saunas: por un módico precio se puede acceder a estos lugares de vicio poco camuflados. Aunque la mayoría de la clientela vaya a ver qué pilla uno puede ir perfectamente con la cosa ya pillada. Además uno vuelve duchadito a casa, son todo ventajas.
- Probadores de grandes tiendas de ropa: con el punto añadido del riesgo a ser descubiertos es el recurso favorito de los que unos años antes iban a estas mismas tiendas a robar. Siempre quedará la duda de “¿había cámaras?”, “pues que disfruten”.
- Baños públicos: pero ojo, que aquí pasa como con las saunas que va gente “soltera” a estos sitios a ver que pilla. Por eso los que van ya con pareja suelen evitar los más “públicos” (fnac, corte inglés, intercambiadores y estaciones) y buscarse algunos más privados en los que la gente no esté al sopesquete.
- Casas de amigos: porque al fin y al cabo ¿qué mejor lugar que una casa con su cama y su cocina? Lo divertido de esta opción es que ya no es necesario tener un amigo altruista o muy amigo que ceda su casa para que sus amistades consumen su amor con amantes pasajeros o novios afectados por el drama de la crisis. La novedad en estos tiempos es que la cosa se ha mercantilizado. Gente que consiguió emanciparse hace un tiempo y ahora tiene dificultades para pagar el leonino alquiler se alía con amigos que están dispuestos a contribuir a ese alquiler con una cantidad fija al mes a cambio de unas horas en ese piso convertido en santuario del amor.