El facha es el más malote de su clase. Yo supe que era facha desde la primera vez que me puso la cam para enseñarme su cuerpo fibrado. Una bandera con el pollo colgada en la pared no puede significar otra cosa.
Es hetero, con su novia de toda la vida. Claro, como buen facha. Pero le gusta que le traten como a una puta. Si esto se quedara solo en poner cara de zorra por la cam, enseñar el culito e imaginar que se está tragando un rabo supongo que en su mente nacionalultracatólica esto no pasaría de ser un pecado de pensamiento. Pero es que al facha no solo le gusta imaginar que le obligan a comer un rabo. No. Le gusta que de verdad se lo hagan tragar hasta el fondo. Y por eso queda conmigo.
Al principio pensé que, por coherencia con su ideología, al llegar a su casa, por las noches, se arrepentiría de todas estas cosas. Eso fue hasta que una de las veces que quedamos me pidió que le grabara con su móvil con toda la lefa chorreándole por la boca. Así que el facha, por las noches, lo que hace es ponerse esos vídeos para ver lo puta y maricona que ha sido y pajearse mientras tanto.
Por eso cuando veo a un facha en la tele diciendo burradas y empiezo a ponerme nervioso pienso en mi facha y me relajo imaginando que quizás este también tenga sus vicios tan contrarios a aquello que predica. Si me sale la vena pesimista diciendo que no, que mi facha es una excepción, se me aparece la imagen de PedroJota para recordarme que sí, que es posible.