Era un chico normal no especialmente marica. No estudiaba periodismo ni trabajaba en una tienda de ropa. Era buen tío. Su pasión por las pollas podría parecer normal si no fuera porque amaba las pollas morcillonas.
Decía que una polla dura era demasiado poderosa, ingobernable. Sin embargo, una polla morcillona estaba a su merced. Él la podía manejar a su antojo, moverla y jugar con ella sin que esta impusiera una dirección. Realmente las amaba.
El problema solía ser que al jugar con una polla morcillona, está tendía rápidamente a pasar al estado factídico de la erección plena. Así que se aplicaba con sus dotes mamatorias y amatorias hasta el orgasmo y consiguiente eyaculación, para poder volver a tener la polla de su amante en estado mocillón y así, seguir disfrutando de ella. Si el amante era de empalme fácil, volvía a practicarle una felación, o se dejaba follar, casi hasta el infinito para poder volver a ser dueño de su polla mocillona.
Dormía agarrado al pene de sus amantes, notando su calor flácido. Sus mejores amantes, los que más le gustaban, eran aquellos con esos pollones que nunca se terminan de poner duros, pasivos normalmente. Ahí se sacrificaba y hacía de activo, se dejaba mamar y se los follaba, solo para poder tener sus pollas morcillonas.
Nota: La foto que ilustra este post ha sido amablemente cedida por Victor Casillas. Podéis seguirlo en twitter: @CasillasV